El Desamparo en las Patologías Narcisistas        por Valeria Quiroga - 13.05.2014 16:19 

El presente artículo tiene como objetivo hacer una breve articulación entre la teoría y la práctica en relación con las características de la patología narcisista centrando la atención, particularmente, en el desamparo vivenciado por estos sujetos.

Cabe mencionar que dicho desamparo tiene su génesis no sólo desde el nacimiento del niño, sino que como componente filogenético tiene su origen arcaico en la historia familiar, y que en forma inconciente se transmite al niño ya desde la etapa prenatal, es decir, desde lo intrauterino el niño es ya libidinizado por los padres, otorgándole un lugar particular de alojamiento, y que luego, al nacer, todas estas sensaciones y emociones percibidas por los padres, son traducidas en palabras, imágenes y actitudes que estarán teñidas por la historicidad misma de los padres.

En el caso que esta historicidad esté fallida ya sea porque han quedado elementos a la deriva y que no han tenido un anclaje en el aparato psíquico, ya sea desde la verdad material, histórico-vivencial o desde la realidad psíquica (Freud, 1937a); aquí es cuando el rol del analista como agente promotor de la salud y como sostén en estos casos graves debe actuar otorgando una historización simbolizante (Freud, 1914). Trabajar la reconstrucción de una historia que no fue, de una historia fracasada, de una ilusión que una desilusión instauró como constitutiva dando al sujeto vivencias de desamparo, aniquilamiento y vacío. En otras palabras, construir con el analista una historia transferencial que conducirá a una versión con elementos nuevos donde el sujeto pueda encontrar su propia historia.

Asimismo, se analizará el impacto y las consecuencias que podría tener en el aparato psíquico en formación, cuando una madre libidiniza fuertemente a su hijo, pero a la vez y paradójicamente es deslibidinizado abruptamente como consecuencia de imposibilidades y de fuertes conflictivas vivenciadas por la madre y a causa de esta problemática no puede narcisar a su hijo adecuadamente. Por lo tanto, el niño queda sujeto a un aniquilamiento psíquico dejándolo en una situación traumática que por su inmadurez tanto psíquica como física no puede elaborar ya que no presenta aún los recursos ni simbólicos ni fisiológicos necesarios para elaborar estas situaciones de afecto hipertróficas (Freud, 1917).

Por último, se relacionará la patología narcisista desde el abordaje terapéutico teniendo en cuenta los aspectos transferenciales y contratransferenciales. Desde este punto de vista, se considera de importancia el vínculo transferencial, crucial en estas patologías graves, para poder resignificar aquellos objetos significativos ya que al haber escasez o falta de inscripciones psíquicas, se deberán reelaborar en el vínculo transferencial, o mejor dicho, se deberán construir en el transcurso del análisis (Freud, 1937b).

La etapa prenatal y postnatal es la etapa más importante en cuanto a la constitución del aparato psíquico y su posterior desarrollo tanto libidinal como del Yo. Al comienzo, el niño solo cuenta con el olfato, el oído y con la zona oral para conseguir reconocer a su madre y a partir de allí entablar el vínculo más primario lejos de la vida intrauterina. Durante los primeros meses el niño aún depende tanto fisiológica como psicológicamente de la madre ya que no posee los recursos ni físicos ni psíquicos para elaborar y resolver las distintas situaciones y estímulos que se le presenten. De esta manera, la madre debe decodificar las señales que le envía el niño, y así ambos irán construyendo el vínculo indispensable para el buen crecimiento y desarrollo del niño. Por otro lado, Winnicott (1954) plantea que no solo la madre deberá ofrecer los cuidados propios de su función sino que le da importancia al medio ambiente como facilitador del crecimiento personal del niño. Si el medio ambiente no se comporta bien, el sujeto se verá obligado a defenderse de éste mediante ataques y reacciones que obstaculizan su precoz desarrollo del "self" (Winnicott, 1954, p. 394).

En la clínica, se puede evidenciar que algunas madres se encuentran melancolizadas, debido, en ocasiones, a historias de duelos no elaborados. En este punto, cabe preguntarse ¿dónde se encuentra psíquicamente esta madre con un duelo patológico de por medio?, es decir, qué elementos narcisistas le puede brindar a su hijo para que pueda constituir su subjetividad, o en palabras de Bion, de qué manera le puede traducir los elementos psíquicos transformados en alimentos psíquicos saludables, si la madre misma presenta una desgarradura en el Yo, desgarradura que la escinde dejando a su hijo en un lugar de desequilibrio y desorganización. Significando con esto que por un lado acepta la realidad que le brinda el conocimiento de su maternidad, pero por otro la rechaza, dejando al niño en un estado de desvalimiento no sólo físico sino también psíquico.

Este desvalimiento y vacío aniquilante se manifiesta en ciertas características presentes en los sujetos narcisistas como trastornos de la afectividad, incapacidad para experimentar tristeza y dolor ante una pérdida, ataques de furia y venganza, disociación entre amor y odio, vivencias de soledad, miedo y rabia, trastornos sexuales y sociales, manifestadas en inhibiciones laborales y sociales.

Estas circunstancias, nos remite a que la madre también podría estar resignificando su propio trauma de nacimiento, reeditando su angustia tóxica, según sea su realidad psíquica construida a partir de los relatos, la novela familiar, los mitos y fantasías, es decir, a partir de la verdad histórico-vivencial de la madre (Freud, 1937a). Según lo planteado por Freud (1932a) el sujeto atraviesa según sea la etapa del desarrollo, por diferentes tipos de angustia, generada por una situación de peligro que se torna adecuada a ella. En el nacimiento la angustia tóxica, se presenta como una forma de defensa frente al cúmulo de estímulos displacenteros, ya sean corporales y externos para los cuales el niño no presenta elementos cognitivos ni simbólicos para enfrentarlos y elaborarlos psíquicamente (Freud, 1917). Estas percepciones displacenteras invaden al neonato generando una condición de angustia que, a lo largo de su desarrollo evolutivo, aparecerá nuevamente ante una amenaza frente a la integridad psicofísica.

Si dichas sensaciones displacenteras continúan, es decir, si no hay un Otro que ponga coto al displacer, si no hay Otro que sostenga, el desamparo toma partido ingresando y estableciéndose como núcleo de la futura personalidad. Por este motivo, la angustia que causa la separación de la madre en el acto del nacimiento será el modelo de las sensaciones de angustia posteriores (Freud, 1917, Lacan, 1955).

Cuando un niño nace, estas sensaciones displacenteras retornan tanto al niño como a la madre, generando en ambos, emociones difíciles de sobrellevar. Estas circunstancias colaboran para que la madre sienta la angustia de separación que otrora en forma de huella marcó su aparato psíquico y conserva en forma inconciente. Ahora las percepciones ocasionadas por el parto de su niño hacen presentes aquellas huellas.

Generalmente, madres narcisistas crean un vínculo simbiótico pero desde lo pulsional mortífero, es decir, la madre se encuentra invadida por un vacío, por la imposibilidad de realizar cualquier actividad y más aún de poder investir libidinalmente a su hijo y ofrecer los elementos simbólicos y emblemas para poder conformar el aparato psíquico de un sujeto en forma saludable.

En cuanto al abordaje analítico y desde la postura tomada por Winnicott (1954) es saludable y necesario que el sujeto pueda defender su self o su Yo contra un fracaso específico desde el medio ambiente, posibilidad incompleta que tienen estos sujetos, fundamentando esta idea, en que la madre no puede libidinizarlo y cuando busca al padre tampoco lo encuentra (en ocasiones, pueden manifestar odio hacia el padre). De allí que estas patologías narcisistas presentan un Edipo incompleto en donde el Superyo se conforma perdiendo su fuerza y su configuración (Freud, 1932b). En tal sentido, el Superyo no es aquí el heredero del Complejo de Edipo, por tal razón el Superyo se configura en sus características más sádicas.

Las identificaciones se construyen con el analista desde lo especular e idealizador y desde aquí crearán una historia transferencial que conducirá a una historización simbolizante desde el espejo que significa el analista para el analizante (Freud, 1914).

En pacientes graves se trata de instaurar algo nuevo, instaurar aquello que nunca estuvo. Si para poder olvidar hay que primero recordar (Freud, 1914), nos preguntamos cómo inicia la patología narcisista el vínculo transferencial.

Por lo tanto, podríamos inferir a partir de lo expuesto, que en la transferencia analítica éstos pacientes actúan aquello que no fue, es decir, no hay nada para recordar porque no hubo nada para olvidar (Freud, 1914). Entonces ¿qué es lo que actúan en análisis? Actúan lo primordial, el desvalimiento, actúan la reacción que no pudieron tener entonces, para poder crear una nueva historia para un trauma antiguo a través de la cual pueda crear en lugar de repetir aquella lucha entre el deseo de fusión y búsqueda de separación. Una nueva historia en la cual los actos de venganza e ira se transformen en un Yo discriminado, autónomo, y en un Superyo normativizante y benévolo, en donde pueda ser un sujeto deseante dando lugar a un Ideal del Yo, minorizando su perfeccionismo. Es decir, se apela, a una menor fijación al trauma, a una menor alteración del Yo y a una menor intensidad pulsional domeñada por su Yo en correlación con la prueba de realidad (Freud, 1937b).

Teniendo en cuenta el desarrollo realizado en el presente artículo y sin omitir los objetivos volcados, merece la atención concluir el mismo, teniendo en cuenta las características y manifestaciones de las patologías narcisistas realizando un paralelo a la luz de la actualidad y centrando la atención en las causas que llevan a que en la sociedad actual se esté presentando una prevalencia de estas patologías.

En primer lugar, se podría apuntar al concepto que Freud le otorgó a la cultura al plantearla como un dique que viene a poner coto a lo pulsional. En este sentido la cultura es la ley que se impone desde afuera para dar salida a la exogamia y junto con ella, a la madurez psíquica y a la autonomía apelando a recursos sublimatorios que otorgarían una integridad biopsicosocial.

Justamente, la sociedad de hoy y junto con esta los individuos inmersos en ella, juegan un rol mortífero de desborde pulsional, en donde todo es llevado al límite. Como ejemplos se podrían citar las adicciones, las perversiones, las patologías fronterizas, las psicopatías y los trastornos de la alimentación, para las cuales contribuyen las permanentes invasiones mediáticas desde los medios de comunicación y desde las redes sociales virtuales. Todo se ha transformado en un vacío de ley, en una transgresión a la moral, a la ética y a una carencia de valores que sólo contribuyen al desborde pulsional y al debilitamiento del Superyo y junto con él, dejando un Yo débil, humillado y doblegado por el Ello.

Por otro lado, desde lo cultural, así como en las patologías narcisistas, se observa una falta de discriminación entre lo interno y lo externo, entre lo público y lo privado, dificultando la captación de las diferencias del Otro, quedando así perturbada no solo la subjetividad sino también la intersubjetividad. El permanente control frente al Otro se hace presente como forma de defensa generando vínculos agresivos, y esto lo vemos cotidianamente como forma de malestar en la cultura, tal como lo planteó Freud.

Para concluir, una de las formas de poner límite al sin límite desde lo cultural podría ser otorgar más posibilidades de sublimación desde lo literario, teatral, desde la creación, desde la posibilidad de asociar con la fantasía a fin de que los actos de los sujetos no sean meros pasajes al acto. De esta forma, se lograría una nueva forma de procesamiento psíquico, si se permite, más neurótico, y por ende, menos patológico.

Referencias

Freud, S. (1914). Recordar, repetir y reelaborar. En Obras Completas. Vol. XII. Buenos Aires: Amorrortu Ediciones.

Freud, S. (1917). La angustia. En Obras Completas. Vol. XVI. Buenos Aires: Amorrortu Ediciones.

Freud, S. (1932a). Angustia y vida pulsional. En Obras Completas. Vol. XXII. Buenos Aires. Amorrortu Ediciones.

Freud, S. (1932b). La descomposición de la personalidad psíquica. En Obras Completas. Vol. XXII. Buenos Aires. Amorrortu Ediciones.

Freud, S. (1937a). Construcciones en el análisis. En Obras Completas. Vol. XXIII. Buenos Aires: Amorrortu Ediciones.

Freud, S. (1937b). Análisis terminable e interminable. En Obras Completas. Vol. XXIII. Buenos Aires: Amorrortu Ediciones.

Lacan, J. (1955). Introducción del gran otro. En Seminario 2. Buenos Aires: Paidós.

Winnicott, D. (1954). Aspectos metapsicológicos y clínicos de la regresión dentro del marco psicoanalítico. En Escritos de pediatría y psicoanálisis. Barcelona: Laia.